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Justo cuando nadie lo esperaba, Alberto de Mónaco , a los 52 años, acaba de anunciar su boda.
Su novia, Charlene Wittstock, de 32 años, nació en Bulawayo, en Zimbabwe, pero es de nacionalidad sudafricana; y es una consagrada nadadora en Sudáfrica.
Al parecer, la deportista y el hijo del Príncipe Raniero III y de la actríz Grace Kelly, ya se conocían desde el año 2000, cuando ella participó en un campeonato de natación celebrado en el Principado y donde ganó la medalla de oro en la prueba de 200 metros espalda.
Desde entonces, el príncipe Alberto no sólo no ha ocultado su amor, sino que además ha hecho un sitio a Charlene en numerosos actos oficiales y ella, con permiso de las princesas Carolina y Estefanía, ha ejercido de manera impecable su improvisado papel de Primera Dama.
Tanto es así que sus conciudadanos ven en Charlene a la perfecta candidata a ocupar el hueco que dejó un día la Princesa Grace.
La última aparición de la pareja fue el pasado sábado, cuando ambos acudieron al enlace de Victoria de Suecia y Daniel Westling.
Sorprendió ver a Alberto y Charlene paseando juntos por la alfombra camino de la catedral, rompiendo el protocolo, ya que en estos casos sólo se permite acudir a las bodas con parejas oficiales.
Pero, seguramente, en Suecia debían saber que el anuncio del compromiso era inminente.
La prensa del corazón le ha atribuido a Alberto II numerosos romances desde hace años, sobre todo con jóvenes actrices y modelos, entre ellas Brooke Shields, Claudia Schiffer o Tasha de Vasconcelos.
El príncipe, después de acceder al trono, ha reconocido a dos hijos nacidos de relaciones esporádicas, pero ninguno de ellos tiene derechos sucesorios, al haber nacido fuera de un matrimonio católico, como exige la ley del Principado.
La pareja ha mantenido su relación desde hace al menos cuatro años y fue durante la ceremonia de los Juegos Olímpicos de Invierno en Turín en 2006 cuando se les vio por primera vez juntos en público.