Y es que casi nadie se acuerda ya de la hija de Hillary y Bill, que siempre ha sido eclipsada por las carreras políticas de sus padres.
Chelsea es toda una mujer y es que a sus 28 años recién cumplidos, ha vuelto a demostrar que ya no es aquella mojigata que recorría los jardines de la casa blanca.
Se encuentra, ni más ni menos, que colaborando en la campaña de su madre con actos promocionales en los campus universitarios de todo Estados Unidos. Todo vale para ayudar a la senadora Clinton en la pugna con Barack Obama por alcanzar la nominación democrata e intentar así, alzarse con la presidencia de Estados Unidos.
Pues bien, en su última intervención en Indiana, fue preguntada sobre si el caso Lewinski había puesto en entredicho la credibilidad de su madre. Ni corta ni perezosa le dijo que a nadie se le había ocurrido preguntar eso antes y que además, no era asunto suyo. Los asistentes aprobaron su intervención con un sonoro aplauso apoyando su respuesta y desparpajo.
La relación de la becaria y el presidente puso en serios aprietos a la familia Clinton y vió como los cimientos de la casa blanca temblaban bajo la acusación de perjurio que tuvo que sufrir el entonces presidente. Hillary, por aquel entonces y antes de conocer todos los datos íntimos de “esa” relación, se apresuró a defender la honradez del Sr. Clinton asegurando que las denuncias eran un invento de los republicanos para desacreditar a su marido. Obviamente, quedó en entredicho cuando todo el mundo conoció los más sórdidos detalles del affaire.
Chelsea ha desarrollado el instinto político de sus progenitores y ha ido ganando protagonismo durante todos estos años, factores que le han servido para que haya sido considerada desde hace tiempo como «la nueva JFK junior«. Quién sabe si algún día llegará a ser la primera mujer presidente de los Estados Unidos porque, seamos realistas, seriamente dudo que su madre llegue a disfrutar de ese honor.