En un mundo con valores cambiantes, la tradición ha ganado a la modernidad por goleada en el territorio de las bodas del siglo: donde haya príncipes y sangre azul, que se quiten modelos y rockeros.
La supermodelo y superpolémica Kate Moss se ha casado con el músico Jamie Hince. Pero ni el glamour de los novios ni la fama de algunos de sus 300 invitados han podido competir con la verdadera boda del siglo de este fin de semana entre Charlene Winstock y Alberto de Monaco.
No ha sido una boda principesca, pero si un acontecimiento lo bastante importante como para que el ayuntamiento local cortara la calle principal del pueblo y un puñado de calles y paseos adyacentes para garantizar así la privacidad de novios e invitados. Pero en este mundo moderno la información circula a la velocidad de la luz y Kate Moss ha ido contando el acontecimiento al globo entero a través de las páginas de Internet de Vogue, la revista que le ha comprado la exclusiva.
A través de Vogue hemos sabido que ella había llegado a la capilla poco después de las cuatro de la tarde -una hora más en la España peninsular- en un Rolls Royce plateado acompañada de su padre, Peter. Y hemos podido ver una primera foto de la novia, aunque apenas un detalle del rostro y el velo a través de la ventanilla del Rolls, guardando el conjunto para más adelante. Pero a esas horas era ya un secreto a voces que la modelo iba a ir vestida por su íntimo amigo John Galliano, el diseñador británico que se encuentra hoy al pie de los caballos, respondiendo ante un tribunal de las acusaciones de racismo anti-judío y confesando sus problemas con el alcohol y el estrés de la creación. Imposible olvidar que la propia Moss estaba también hace no tanto tiempo al pie de los caballos, viendo cómo sus patrocinadores la abandonaban debido a sus problemas con la cocaína. Ella salió a flote y, al vestir Galliano, espera que también él logre superar sus problemas.
Si la boda se ha celebrado en una capilla recogida y coqueta, la fiesta ha tenido lugar en enormes carpas levantadas en los jardines de la mansión de la modelo. Y el rumor asegura que una cohorte de espigados Drag Queens ayudaban a los invitados a localizar los lavabos mientras un pequeño ejército de musculosos hombres desnudos lucían falsos tatuajes con el nombre de los contrayentes. En eso, seguro, no hay príncipe ni sangre azul que pudiera competir con Kate Moss, que seguirá celebrando junto con Hince su enlace durante tres días.